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miércoles, 2 de mayo de 2012

HISTORIAS HERMOSAS: Johann Scheffler(Angelus Silesius) Poláco

Historias hermosas...:
Biografía y obras destacadas de Angelus Silesius
influenciado por San Juan de la Cruz
(1624-1677) Poláco
Efemérides 25 de diciembre
Médico, filósofo, teólogo y poeta religioso poláco nacido en la antigua región alemana de Silesia (ahora parte de Polonia), admirado por la belleza de su obra.
Johann Scheffler nació en el seno de una familia luterana, de padre Estanislao Scheffler, alemán integrante de la nobleza y madre polaca María Magdalena Hennemann. ...En 1939 fallece su padre, y dos años más tarde su madre, quedando huérfano y siendo educado en el Gimnasio Santa Isabel en Breslau (1639-1643), donde escogió el seudónimo Angelus Silesius ("mensajero de Silesius") en honor a su región de nacimiento. En Estrasburgo (Francia), comenzó a estudiar medicina y leyes, continuando en la Universidad de Leiden (Holanda) entre 1644 y 1647 para finalmente recibirse de médico en la Universidad de Padua (Italia) en 1647 y un año más tarde obtener un doctorado en filosofía. En 1649 se trasladó a Oels (Olesnica, ciudad al suroeste de Polonia), y comenzó a trabajar como médico al servicio del Duque ultra luterano de Württemberg-Oels, lo que puso a su disposición una nutrida biblioteca. En 1652, con el imperio Habsburgo presionando, se convirtió al catolicismo y dos años después fue nombrado médico de la corte por el emperador Fernando III de Habsburgo (1608-1657). Promediando 1657 terminó su obra "Rimas espirituales: gnómicas y epigramáticas que conducen a la divina contemplación", que tiempo después fue llamado "El Peregrino Querubínico o Querúbico", considerada una de las obras más importantes del misticismo. Por medio de una serie de folletos escritos en prosa, Angelus Silesius escribió en contra del protentantismo, publicados bajo el nombre de "Ecclesiologia". En 1661 se ordenó sacerdote, y llegó a ser coadjutor del príncipe-obispo de Breslau, y su inclinación al uso de sutiles paradojas del misticismo cristiano se hizo más evidente. A partir de 1666, Angelus Silesius se ocupó de la atención médica de los pobres y enfermos, y usó su fortuna para educar y atender a huérfanos y enfermos. Tras una temporada en la Colegiata de San Matías de Breslau, dedicado al ayuno y las prácticas ascéticas, Angelus Silesius muere a los 53 años.

Santo Evangelio Según San Juan (Jn 14,6-14): Jueves, 3 de Mayo del 2012 -"YO SOY EL CAMINO LA VERDAD Y LA VIDA"


Santo Evangelio Según San Juan (Jn 14,6-14): Jueves, 3 de Mayo del 2012 
" "YO SOY EL CAMINO LA VERDAD Y LA VIDA
Día litúrgico: 3 de Mayo: Santos Felipe y Santiago, apóstoles
"En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré»..."
MEDITACIÓN:
 Hoy celebramos la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago. El Evangelio hace referencia a aquellos coloquios que Jesús tenía sólo con los Apóstoles, y en los que procuraba ir formándolos, para que tuvieran ideas claras sobre su persona y su misión. Es que los Apóstoles estaban imbuidos de las ideas que los judíos se habían formado sobre la persona del Mesías: esperaban un liberador terrenal y político, mientras que la persona de Jesús no respondía en absoluto a estas imágenes preconcebidas.
Las primeras palabras que leemos en el Evangelio de hoy son respuesta a una pregunta del apóstol Tomás. «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6). Esta respuesta a Tomás da pie a la petición de Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta» (Jn 14,8). La respuesta de Jesús es —en realidad— una reprensión: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe?» (Jn 14,9).
Los Apóstoles no acababan de entender la unidad entre el Padre y Jesús, no alcanzaban a ver al Dios y Hombre en la persona de Jesús. Él no se limita a demostrar su igualdad con el Padre, sino que también les recuerda que ellos serán los que continuarán su obra salvadora: les otorga el poder de hacer milagros, les promete que estará siempre con ellos, y cualquier cosa que pidan en su nombre, se la concederá.
Estas respuestas de Jesús a los Apóstoles, también nos las dirige a todos nosotros. San Josemaría, comentando este texto, dice: «‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’. Con estas inequívocas palabras, nos ha mostrado el Señor cuál es la vereda auténtica que lleva a la felicidad eterna (...). Lo declara a todos los hombres, pero especialmente nos lo recuerda a quienes, como tú y como yo, le hemos dicho que estamos decididos a tomarnos en serio nuestra vocación de cristianos»...
Rev. D. Joan SOLÀ i Triadú (Girona, España)

Santo Evangelio según San Juan: 12,44-50-Miércoles 2 de mayo de 2.012: "Yo soy la Luz del Mundo..."


Santo Evangelio según San Juan: 12,44-50
Miércoles 2 de mayo de 2.012
En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».
Meditación: Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)




Hoy leemos que creer en Jesús y verle es creer y ver al Padre. Si el texto dijera solamente: “el que cree en mí, no cree en mí”, sería contradictorio. Si dijera: “el que cree en mí, cree en aquel que me ha enviado”, remitiría a la vez a Jesús y al Padre que le envía, y sería muy claro.
¿Por qué, pues, Jesús intercala una afirmación negativa (“no cree en mí”) que, de entrada, dificulta la comprensión de lo que transmite? La respuesta es: porque Jesús, si bien no es diferente del Padre, sí que es "distinto" del Padre: nos hallamos ante una de las expresiones del misterio trinitario. Así pues, Jesús, a la vez, no es el Padre (es el Hijo); es lo mismo que el Padre (es Dios) y es criatura como nosotros (es hombre).
—Señor, dame una fe profunda y una empatía totalmente amorosa para amarte como Hombre perfecto, como el santo de Dios.
Comentario: P. Julio César RAMOS González SDB (Salta, Argentina)
«El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado»
Hoy, Jesús grita; grita como quien dice palabras que deben ser escuchadas claramente por todos. Su grito sintetiza su misión salvadora, pues ha venido para «salvar al mundo» (Jn 12,47), pero no por sí mismo sino en nombre del «Padre que me ha enviado y me ha mandado lo que tengo que decir y hablar» (Jn 12,49).
Todavía no hace un mes que celebrábamos el Triduo Pascual: ¡cuán presente estuvo el Padre en la hora extrema, la hora de la Cruz! Como ha escrito Juan Pablo II, «Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: ‘Abbá, Padre’». En las siguientes horas, se hace patente el estrecho diálogo del Hijo con el Padre: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34);«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).
La importancia de esta obra del Padre y de su enviado, se merece la respuesta personal de quien escucha. Esta respuesta es el creer, es decir, la fe (cf. Jn 12,44); fe que nos da —por el mismo Jesús— la luz para no seguir en tinieblas. Por el contrario, el que rechaza todos estos dones y manifestaciones, y no guarda esas palabras «ya tiene quien le juzgue: la Palabra» (Jn 12,48).
Aceptar a Jesús, entonces, es creer, ver, escuchar al Padre, significa no estar en tinieblas, obedecer el mandato de vida eterna. Bien nos viene la amonestación de san Juan de la Cruz: «[El Padre] todo nos lo habló junto y de una vez por esta sola Palabra (...). Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo sería una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, evitando querer otra alguna cosa o novedad».

Lansperge el Cartujo (1489-1539), religioso, teólogo
Sermón 5; Opera omnia 3, 315
Yo, que soy la luz, he venido para que el que crea no permanezca en tinieblas
La humildad con la cual Cristo "se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo" (Flp. 2,7) es para nosotros luz. Luz para que no aceptemos la gloria del mundo, Él, que prefirió nacer en un establo más que en un palacio y sufrir una muerte vergonzosa sobre una cruz. Gracias a esta humildad podemos saber cuán detestable es el pecado de un ser que ha sido modelado (Gn 2,7), un pobre hombre hecho de la nada, cuando se enorgullece, se vanagloria y no quiere obedecer, mientras que vemos al Dios infinito humillado, despreciado y abandonado de los hombres.
La dulzura con la cual soportó el hambre, la sed, el frío, los insultos, los golpes y las heridas es también para nosotros luz, cuando "como un cordero fue llevado al matadero y como una oveja ante el esquilador no abrió la boca " (Is 53,7). Gracias a esta dulzura, en efecto, vemos qué inútil es la cólera, lo mismo que la amenaza;aceptemos entonces el sufrimiento y no sirvamos a Cristo por rutina.
Gracias a ella, aprendemos a conocer todo lo que se nos pide:
llorar nuestros pecados con sumisión y silencio, y aguantar pacientemente el sufrimiento cuando se presenta.
Porque Cristo aguantó sus tormentos con tanta dulzura y paciencia, no por sus pecados, sino por los de otro.
Por tanto, queridos hermanos, reflexionemos sobre todas las virtudes que Cristo nos enseñó en su vida ejemplar y que nos recomienda en sus exhortaciones y que nos da la fuerza para imitarlas con la ayuda de su gracia.